Salgo de mi desierto de oleaje ensalitrado
me pierdo en tu océano de encinas y olivos.
Por el sendero, una anciana sonriente me aborda
quiere mostrarme su casa
me obsequia con la sombra de su patio
me protege de la caló con agua fresca y fotos antiguas
Me transporta a su pasado
mostrándome el doblado de su casa
una buhardilla rebosante de baúles y recuerdos
de objetos que se conservan porsi
por quiénsabe
ajuares nunca usados
baúles venidos de América...
Con ellos debí soñar anoche
y desperté con la maleta de Lezcano,
la que el abuelo se llevó a La Habana
el padre a Venezuela.
Y ahora, en la tarde, Manolo García me pide la maleta de los sueños...
Cosas que pasan.
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