Cuando logró dormir, su sueño ya había pasado. Así que no le quedó más remedio que deambular por fantasías ajenas.
Al despertar, aquella realidad tampoco le pertenecía, pero no encontró otras disponibles. Resignado, se levantó dispuesto a habitarla, aunque con el sigiloso propósito de ir moviendo las cosas de sitio, en silencio, poco a poco.
1 comentario:
Qué remedio nos queda! Un abrazo.
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