Lo vi este fin de semana varias veces. Aparecía y desaparecía, por casualidad. Cruzaba las calles en zigzag. Entre la multitud acalorada, de trajes planchados y rostros tensos. Su gesto feliz, sonriente, rompía el ritmo de vértigo, con sus pies descalzos y sus harapos mugrientos.
2 comentarios:
Es cierto que estar descalzo de niño daba felicidad...no sé si mis pies están vencidos o aburguesados, pero ya no aguantan como antes en contacto con el suelo. Lo recienten. Recuerdo de niña trepar los árboles descalza. Conocer sus cortezas por el tacto. Me gustaba mucho el guayabo...siempre estaba fresquito.
Un beso, Javier. Otro para S.
Bellísima foto, excelente texto. Un besito a los dos, Javier. Tomás hizo un dibujo para el blog que me gustaría que viera Saúl. Recuerdos.
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