jueves, 17 de diciembre de 2009

El péndulo de Micandi


Lo explicaba en un taller de risoterapia: funcionamos como péndulos. Si estamos alegres y nos acercamos a la tristeza y mal humor de otro, uno de los dos será abducido por el estado de ánimo ajeno. Así, como las bolas de un péndulo, la que estaba quieta se mueve con la otra o, quizás, la inmóvil acaba paralizando a la segunda.

El otro día una frase de una canción comercial salió de la radio de mi coche para devolverme y mezclarse con aquella idea.

Nos levantamos por la mañana y nos dejamos arrastrar por los estados de ánimo de quienes nos rodean, de las noticias de la radio, del estrés de quien pita en la caravana de cada dia, de la arrogancia de algún mediocre, de la alegría de cualquier paseante… Sí, claro, interactuamos, nos empapamos del contexto… pero ¿cuántas veces nos escuchamos, miramos para dentro y vemos cómo nos sentimos ese día realmente?

No sólo está bien eso de la empatía, de interactuar con el entorno y los semejantes. En realidad es inevitable. Pero, se me ocurre, estaría mejor si atendiéramos a lo que de verdad sentimos, saborear nuestra tristeza, vibrar con nuestra propia alegría… Sólo así seremos menos maleables a emociones ajenas y, en su caso, contagiaremos lo más real de nosotros mismos.

¡Vaya! Pues sí que dan de sí un taller de risoterapia y una frase de cancioncilla comercial.

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