Tenía un ego tan desproporcionado que le impedía ver el árbol, el bosque, el río, la casa, el pueblo, la ciudad, la isla... y a sí mismo.
¿Lágrimas? Ésas no le molestaban. Sólo se las permitía en privado y a oscuras, para que no le erosionaran la imagen pública.
2 comentarios:
Eso.
O tal vez le servían (las lágrimas) de espejo para verse a sí mismo aumentado mil veces.
Un beso!
Haberlos... haylos. No son visiones. Lágrimas propias, lo dudo y, si son del prójimo para que ocultarlas. Un abrazo Javi.
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