Sintió que su cabeza estaba demasiado cuadriculada. Todo encajaba perfectamente en alguno de los muchos poliedros consecutivos y jerarquizados con los que medía, pesaba, etiquetaba cada fragmento de la realidad.
Sin motivo aparente, decidió buscar un descuadriculador que la descuadriculara, que buen descuadriculador debía de ser.
Cuando finalmente lo encontró, se sintió perdida, perdida y feliz, encantada por los muchos misterios que le ofrecía la vida.
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