Despertó con la sensación de haber pasado años en aquella cama, bajo el calor de las mismas mantas. La cabeza casi tan entumecida como su cuerpo, arrugado de los pliegues de las sábanas. No reconocía el lugar. Mucho menos recordaba qué lo había llevado hasta allí. Ni lo sucedido la noche anterior. Ni el pasado día. Ni, en realidad, nunca.
Tras varios intentos logró levantarse. Tambaleó indeciso entre los muebles vetustos de aquel cuarto oscuro, impregnado de olor a humedad y aire viciado. Rodó unas cortinas polvorientas y, tras forcejear con los herrajes, consiguió abrir las ventanas. La luz lo cegó y el aire le hinchó los pulmones con una enorme bocanada.
Cuando recuperó la visión, continuó igual de confuso. No sabía interpretar aquel paisaje. No se veía en él. No le evocaba ninguna caída, ningún encuentro. Ni anécdotas ni personajes. Nada.
Tras varios intentos logró levantarse. Tambaleó indeciso entre los muebles vetustos de aquel cuarto oscuro, impregnado de olor a humedad y aire viciado. Rodó unas cortinas polvorientas y, tras forcejear con los herrajes, consiguió abrir las ventanas. La luz lo cegó y el aire le hinchó los pulmones con una enorme bocanada.
Cuando recuperó la visión, continuó igual de confuso. No sabía interpretar aquel paisaje. No se veía en él. No le evocaba ninguna caída, ningún encuentro. Ni anécdotas ni personajes. Nada.
Al girarse, vio el reflejo de su rostro en el cristal empañado de la vieja ventana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario