Me deslizaba. La caída era, por momentos, divertida. En otros, provocaba cierto vértigo. Los giros, aunque parecidos, resultaban diferentes, únicos. Pese a todo, había poco que descubrir, el camino estaba hecho. Apenas dejaba margen para maniobrar o improvisar. A juzgar por el aspecto, muchos lo habían recorrido antes. Así que me dejé llevar, disfrutando del paseo, encontrándole el lado lúdico a los baches y el meneo.
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