viernes, 20 de noviembre de 2009

Conversaciones trenzadas

Barranco Hondo. La Victoria / Javier López

Me acordé de ellos mirando las piedras acumuladas en la orilla, esas rocas redondeadas por las olas, que se apiñan como si se abrazaran, dándose calor, protegiéndose del frío.

Mi gurú de pies de agua se fascina con las piedras. Aunque se maravilla con la autonomía del reino vegetal, el único que se basta con el sol, el agua y los minerales de la tierra, sin depender de ninguna otra especie para sobrevivir, ella ve en las piedras la concentración de la memoria eterna, la historia de la Tierra y el Universo.

Mi admirado veinteañero Mr. Trivial defiende airado la superioridad del ser humano por encima de cualquier otra especie. Por su capacidad de construir y destruir, argumenta.

Mientras, los jóvenes de biografías perversas gritan desde el interior de sus jaulas ¡¡¡Soy el puto amo!!!

Puestos a construir jerarquías, me pregunto con qué variables debemos medir la superioridad, ¿es la autonomía la medida o debe serlo la capacidad de modificar el entorno?, ¿por qué no valorar la habilidad de adaptarse a la naturaleza causando en ella las mínimas repercusiones? Ya puesto, sigo cuestionándome si el mérito está en la mera superviviencia o en la calidad de la existencia ¿Quién es más feliz, el humano o la hormiga, el perro o su amo?


1 comentario:

Anónimo dijo...

¿y por qué pensar en la superioridad de las especies? ¿Por que no podemos sentir que todo el universo es tan importante y vital como nosotros? Que nosotros verbalicemos lo que pensamos no quiere decir que las demás especies no lo hagan o no que tengan la capacidad de ser feliz.