El Estado español sigue mirando hacia otro lado. Da igual quien esté en el poder. La historia tiene siglos: colonización, descolonización, machaque de derechos humanos…
Aquella vieja disculpa de mantener contento al corrupto Marruecos para que frene el islamismo radical, ¿alguien se la sigue tragando? Han entrado hasta la cocina. De la migración clandestina, válvula de escape de sus contradicciones sociales y económicas, de eso mejor ni hablamos. De la inversión española en sus infraestructuras o del capital canario en su industria, ¿qué decir? ¿Qué contar de los privilegios del reino alauí en sus exportaciones a la UE? ¿Y de su control del banco pesquero canario-sahariano?
Como suele ocurrir, no basta con mirar para otro lado. El conflicto no sólo está cerca. Está en casa. Por mucho que al ilustre Moratinos todo le suene a demagogia.
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