Las realidades se superponen, concéntricas, coetáneas.
Me sumerjo en mundos opuestos que conviven en planos geográficos comunes, aunque sin verse. Quizás, sin querer conocerse.
Paso unos días con jóvenes atrapados en biografías perversas y, sólo unas horas más tarde, celebro la luna llena con mujeres que sueñan con mundos justos, organizando bancos de tiempo solidario, dejando que fluya la energía, cuestionando roles sexuales...
Poco después, otra mujer llora una relación muerta y asume el luto por los años felices que pasaron, sacando fuerzas para esquivar las culpas por el amor desvanecido, los tics y otras dependencias.
El otoño avanza y, aunque el calor persiste, el estado gripal se instala en mis huesos, con ese ligero cosquilleo superficial que anuncia la llegada de la fiebre.
Me sumerjo en mundos opuestos que conviven en planos geográficos comunes, aunque sin verse. Quizás, sin querer conocerse.
Paso unos días con jóvenes atrapados en biografías perversas y, sólo unas horas más tarde, celebro la luna llena con mujeres que sueñan con mundos justos, organizando bancos de tiempo solidario, dejando que fluya la energía, cuestionando roles sexuales...
Poco después, otra mujer llora una relación muerta y asume el luto por los años felices que pasaron, sacando fuerzas para esquivar las culpas por el amor desvanecido, los tics y otras dependencias.
El otoño avanza y, aunque el calor persiste, el estado gripal se instala en mis huesos, con ese ligero cosquilleo superficial que anuncia la llegada de la fiebre.
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