martes, 20 de abril de 2010

Batalla de símbolos


Obligan a quitarse el velo a una niña para poder acceder a su centro educativo de Pozuelo de Alarcón, Madrid (leer más y más).

Tremendo eurocentrismo caduco. Construyen un discurso paternalista para, al fin y al cabo, homogeneizar, uniformar a la población, vendiendo semejante artimaña como estrategia integradora. Patrañas. En la integración no puede haber vencedores ni vencidos, es preciso fusionarse, contaminarse a partes iguales.

Los prejuicios, la desconfianza entre culturas es inevitable. Para quienes estaban y para quienes llegan, no lo olvidemos, a cumplir también una función socioeconómica en el Estado receptor. Vender la prohibición de símbolos como  salvación, atracción y/o extensión del progreso es, sencillamente, un timo.

Ya conocemos que la CE garantiza, de aquella manera, el derecho al trabajo y a la vivienda, asegura la igualdad ante la ley... por lo que sabemos del esfuerzo  que requiere la interpretación de sus metáforas y parábolas. Dicho esto, recordar que su artículo 18 recoge el derecho a la propia imagen. Y el 16, los de libertad ideológica, religiosa y de culto. 

No se trata de permitir la ablación ni ningún otro ritual violento, castrante. El velo no es más que la manifestación externa de una creencia ¿Van a impedir también que entren con crucifijos a los centros educativos? O, lo que sería aún más ridículo, ¿pretenderán abortar la exteriorización estética de pertenencia a cualquier grupo, tan propia de la adolescencia?

Dirán que el velo es símbolo machistas y de sumisión de la mujer. Cierto. Pero, ¿acaso la religión católica no es también machista, menosprecia a la mujer, la ningunea y adoctrina en su sumisión?

La prohibición no resulta habitualmente el método más efectivo para la desaparición de hábitos, tradiciones ni ideologías.

Es por eso que alrededor de todo este debate merodea un tufo totalitario que se me antoja francamente tóxico. 

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