Yo prefiero los relojes antiguos, porque tras sus esferas, allá al final, están los madrugones que ya me di, las lágrimas que ya enjugué, los fiascos y las meteduras de pata que ya viví, las amarguras que digerí... También porque, al fondo del todo, está aquel orgasmo de mis padres, el que trenzó el encuentro que aún desenredo, el que peino, el que soy.
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