Vivo entre olas. En pequeñas rocas salpicadas de salitre. Un lugar olvidado en medio de todos los océanos, por donde pasaron todas las civilizaciones en busca de sus mitos y fortunas.
Unos iban rumbo a los confines de la Tierra. Navegaban temerosos de caer en la cascada que adivinaban al otro lado del horizonte.
No tardaron en aparecer los otros, quienes recorrían el planeta para saciar sus ansias de poder. Para adueñarse de lo material, de lo divino, de lo humano. Y lo consiguieron.
Se quedaron mucho tiempo, hasta que decidieron expoliar otros tesoros, dejando aquí a sus vasallos y descendientes, a quienes les delegaron el sucio trabajo de vampirizar estos viejos peñascos, sus tierras y mares, sus playas y paisajes, con tal de que realicen puntualmente las transferencias acordadas.
Tanto unos como otros, los primeros y los últimos, llegamos hasta aquí en patera. Pero eso es algo que ya casi nadie recuerda.
Unos iban rumbo a los confines de la Tierra. Navegaban temerosos de caer en la cascada que adivinaban al otro lado del horizonte.
No tardaron en aparecer los otros, quienes recorrían el planeta para saciar sus ansias de poder. Para adueñarse de lo material, de lo divino, de lo humano. Y lo consiguieron.
Se quedaron mucho tiempo, hasta que decidieron expoliar otros tesoros, dejando aquí a sus vasallos y descendientes, a quienes les delegaron el sucio trabajo de vampirizar estos viejos peñascos, sus tierras y mares, sus playas y paisajes, con tal de que realicen puntualmente las transferencias acordadas.
Tanto unos como otros, los primeros y los últimos, llegamos hasta aquí en patera. Pero eso es algo que ya casi nadie recuerda.
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