lunes, 20 de abril de 2009

Autoengaños

No sé si es malo, si lo hacemos sólo por consolarnos, pero quizás no sea muy dañino pensar que todo lo que nos ocurre, especialmente lo negativo, nos conduce a situaciones mejores. En el fondo, en la raíz de este pensamiento, tan optimista él, se adivina el masoquismo religioso, ése que nos lleva a creer que todos los sufrimientos terrenales nos serán recompensados tras la muerte. Una suerte de egoísmo, según se mire. De este modo, nadie sería bondadoso ni honrado porque sí, por el placer de serlo, sino que se convertiría en una especie de inversión, un adelanto, algo así como un plan de pensiones.

Un poeta, del que olvidé su nombre, escribió “soy el éxito de mis fracasos”. Tenía razón. También lo es que el aprendizaje verdadero, el significativo, ha de ser siempre por descubrimiento, pues rara vez aprendemos de los errores ajenos. No sé si por exceso de confianza, casi nunca creemos que las cosas tan malas que les ocurrieron a nuestros vecinos nos van a tocar algún día. A nosotros no, nos decimos, o simplemente no pensamos en eso. El refrán de las barbas a remojar no tiene muchos seguidores.

Sea como sea, me gusta lo que cuenta Borges (estos días voy de maestro en maestro), al convertirlo todo en materia prima del arte.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Ángel Rodríguez es el nombre del poeta. El éxito de todos mis fracasos es el título de un disco de canciones que hizo Carlos Ortega con sus poemas.