En una reunión familiar reciente -mi padre cumplió 80 años y convocamos a buena parte de la familia-, salió la recurrente conversación de a través de qué medios nos informamos de la presunta realidad.
Ocurrió lo habitual en una familia variopinta como la mía: los de El País, Público y otros medios alternativos de Internet miraban con recelo a los de El Mundo e Intereconomía. También viceversa.
Claro que, cada cual lee, escucha, ve la interpretación del cuento que más le gusta, negándose a percibir las que le distorsionan la concepción del universo que eligió ver.
En el fondo, todos sabemos que escogemos una versión sesgada de la realidad, interpretada a su vez por sujetos interesados.
Pero... ya lo decía Platón.
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