Hay momentos, situaciones, que nos exigen una elasticidad suprema. Ya saben, la rama que se dobla y sobrevive, frente al rudo tronco que cae abatido por el viento. Aquel cuento chino.
No es que lo ponga en duda. Al contrario. Sólo que los elásticos también se enredan, como en el juego de la infancia, entre los dedos. Y, a veces, hasta rebotan golpeándonos la cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario