Hay épocas en las que es preciso cruzarse el sombrero de papel, empuñar la espada de cartón y surcar los mares, navegar rumbo al Imperio para, una vez allí, batirse a muerte contra todos sus guardianes hasta, al fin, alcanzar el cofre de los tesoros que durante siglos han expoliado.
Con el botín a bordo, recorreremos el mundo, desfaciendo las injusticias de la historia, financiando la agricultura y la cultura, avalando las industrias sostenibles, posibilitando que cada cual viva como le plazca en su tierra y que viaje sólo quien quiera, dando eco a la imaginación colectiva, aboliendo la dictadura de los mercados y el rodillo ideológico, garantizando el acceso a la salud, educando en la igualdad y la justicia.
Acabada la tarea, bucaneros, de vuelta a casa, a cultivar el huerto de las ilusiones y las chifladuras.
Y todo, antes de que suene el timbre, el que pone fin al recreo de nuestros sueños, el que nos vuelve a encerrar en las jaulas de la realidad.
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