La pasada madrugada de Reyes, Saulo sobrellevaba sus nervios de cinco años metido en mi cama. Habíamos acordado no levantarnos muy pronto, no fuera que nos pillaran despiertos y se fueran corriendo con todo el equipaje.
La noche anterior no me dejaba gritar en la Cabalgata el "Viva la República", con la firme amenaza de quedarme sin regalos. Horas después, pasados pocos minutos de las seis de la mañana , bajo el calorcito de las mantas, no paraba de calcular en voz alta lo que podría tocarle en el peculiar reparto de los monarcas.
La noche anterior no me dejaba gritar en la Cabalgata el "Viva la República", con la firme amenaza de quedarme sin regalos. Horas después, pasados pocos minutos de las seis de la mañana , bajo el calorcito de las mantas, no paraba de calcular en voz alta lo que podría tocarle en el peculiar reparto de los monarcas.
Por millonésima vez volvió a preguntarme qué les pedía yo. Esta vez se me ocurrió decirle que lo único que quería era felicidad. Él, con ese exceso de seguridad y comprensión integral del universo que da el primer lustro de vida, me explicó: "Los Reyes sólo traen juguetes y ropa, libros y calcetines. Eso que pides no te lo pueden traer de fuera, Papi, eso te lo tienes que hacer tú."
Todavía no lo sabe pero ya ha comprendido la inutilidad de la monarquía. Aunque no lo sospecha, ya es republicano.
Todavía no lo sabe pero ya ha comprendido la inutilidad de la monarquía. Aunque no lo sospecha, ya es republicano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario