jueves, 12 de enero de 2012

adiós, Burka


Burka se fue esta mañana y me dejó esta angustia que dan las despedidas, el vacío que queda tras el adiós a un ser con el que compartí buena parte de sus diez años.

Hace algunas semanas me contaron que su vejez canina comenzaba a pasarle factura, que apenas se animaba a caminar, que comer ya le suponía un esfuerzo. Los veterinarios recomendaban miles de perrerías pero ningún diagnóstico ni remedio. Me hacían tragar saliva.

Desde entonces no he dejado de revivir los muchos kilómetros de paseos compartidos, las risas y los juegos, las fidelidades y obediencias. Tantas confidencias que me escuchó sin pestañear, con plena confianza en su discreción.

También hoy, Saulo tendrá que enfrentarse al concepto de muerte, del que sólo ha oído hablar de refilón. A sus ocho años tendrá que asumir que el animal que se echaba junto a su carrito de bebé con gesto protector, la perra que se convertía en yegua para sus juegos y se transformaba en portera para que lanzara sus primeros penaltis, Burka, ya no lo recibirá más en la puerta ni intentará irse con él a la calle cada vez que salga.

Por eso, los que siguen serán buenos días para recordar su primera y última excursión a la playa, cuando pisoteó todas las toallas que encontró, y las miles de disculpas que tuvimos que pedir. También sus estrambóticas carreras ladera abajo, entre los pinos, a recuperar cualquier piña que lanzáramos para devolvérnosla repleta de babas. Y la lección de naturaleza que nos dio sacando adelante a sus crías... Como la que nos deja hoy, para que no olvidemos que la vida es cíclica y, sobre todo, leve. Muy leve.

Hasta siempre, Burkilla.

1 comentario:

Semi dijo...

Contigo, mi amigo, esto es muy breve pero intenso . Un abrazo para ti y Saulo.