viernes, 30 de enero de 2009

Barrio 2: El hombre del carro


El hombre del carro de las golosinas era algo parecido a Paco Rabal en
Los Santos Inocentes. Vestía aquellos trajes de tela gris que siempre parecían sucios. O puede que efectivamente lo estuvieran. También llevaba boina y, no sé si recuerdo o invento, fumaba cigarros virginio sin filtro, por lo que se pasaba el día escupiendo hilachas de tabaco.

Su carro era de tracción humana. Lo arrastraba él. En una maniobra aparatosa lo sacaba y metía de su casa que, como ya conté, era casi tan peculiar como su habitante. En realidad, esas viviendas fueron habituales en los inicios del barrio. Junto a la fachada, todas tenían unas cuantas habitaciones, muchas veces comunicadas por un patio a la intemperie. Las partes traseras de los solares quedaban al descubierto y era común que en esas zonas se criaran animales. Los primeros habitantes procedían de zonas rurales y no hicieron más que reproducir en el nuevo asentamiento urbano las costumbres que traían de sus pueblos.

El hombre del carro de golosinas tenía gallinas y alguna cabra, cuando ya no era frecuente criar animales en el barrio. Junto a ellos atesoraba una palangana, siempre llena de agua turbia, donde se lavaba la cara y poco más.

No tengo conciencia de haberle comprado nunca nada. Mucho menos algo que pensara ingerir. Tampoco creo que vendiera gran cosa. Tabaco y poco más.

Al hombre del carro le gustaba dirigir el tráfico en el cruce de la iglesia. Y hablar de fútbol, explicando con detenimiento sus estrambóticas tácticas que, aseguraba, aconsejaba directamente a los mismísimos entrenadores de la Unión Deportiva.

Medía su inteligencia con la de Manuel, el hijo de la señora de los suspiros. Ése que de viejo siguió siendo niño. Se lo llevaba a la tienda de la esquina, presuntamente de comestibles, donde el producto estrella era el ron, despachado vaso a vaso. En aquellos de culo gordo con una línea roja, como los de la cabecera de Tenderete de hace muchos años. Algo así.

miércoles, 28 de enero de 2009

Algo que aprender (?)

Acudí al estreno de Algo que aprender, el nuevo cortometraje de Digital 104, escrito y dirigido por María Eugenia Arteaga, porque en la presentación a los medios de comunicación me gustó el ambiente que se respiraba entre ellos y la coincidencia de todos en resaltar cuánto habían disfrutado con el trabajo. Me apasionan las historias contadas en poco espacio, con pocas imágenes o palabras, y me picaba la curiosidad por descubrir qué nos quería contar aquella joven a la que le temblaba la voz en la rueda de prensa. Una joven que, con ésta, firma ya su séptima película. Por eso no dudé en acercarme al Price.

Es una historia fresca, de dos desconocidos que entran al trapo de las fantasías sexuales sin preámbulos. Algo tan habitual por esos chats del ciberuniverso en los que se refugian millones de soledades. Habla de vacíos, de pasiones y deseos no racionalizados, no aceptados por el discurso moral, pero tan reales que afloran desde que nos los permitimos. Aunque no siempre seamos capaces de digerirlos.

Los dibujos de Adrián Miguel Delgado son el hilo conductor perfecto. No en vano el ilustrador se llevó un largo aplauso de la sala que, para asombro de propios y extraños, estaba repleta de público.


De todas las secuencias, me quedo con dos miradas de Pape Monsoriu. Una, frente al espejo, sin reconocerse en aquel encuentro sexual furtivo. La otra, al volver a casa, tumbada sobre la cama en posición fetal. El vacío.

Barrio (1)


Su universo infantil era una enorme pendiente de la que colgaba un bullicioso barrio. Rebosaba de casas, crecidas junto al puerto, que daban cobijo a las familias de los trabajadores que habían llegado de todas partes de la isla. Unos construían barcos. Otros los cargaban y descargaban. Algunos desaparecían en ellos durante meses, para volver oliendo a sal, con la piel seca y la mirada perdida.


Eran gentes ruidosas las que ocupaban aquellas cuestas. De las que gustan celebrar efusivamente sus alegrías y dedicar llantos sonoros a sus tristezas.


Hasta bien avanzada su primera década, aquellas calles populosas eran un misterio para él. Pasaba los días jugueteando en el interior de su casa. Entre el sótano y la azotea, desde donde divisaba todo el cielo que era capaz de imaginar. Trepando a los miradores más altos, dirigía tripulaciones de fieros bucaneros. O pegaba tiros desde caballos salvajes a lo primero que se moviera. Todo dependía de la temática de la película del último sábado.


Desde aquellos miradores, por el camino de ida y vuelta al colegio o al salir para algún recado, observaba las escenas de la calle, que no dejaban de ser un espectáculo ajeno, como una de las películas de cualquier tarde ociosa.


Había personajes de todo tipo. Hombres de rostros siniestros, mujeres gritonas, niños que daban balonazos entre los coches… Algunos con perfiles peculiares, como el hombre del carro de las golosinas, que vivía en una casa sin tejado, entre gallinas y cabras. Al que le gustaba dirigir el tráfico en el cruce de la iglesia. Y el hijo retrasado de la señora de los merengues. Un hombre mayor que siempre fue niño. Los dos se reunían para demostrarse a sí mismos que el otro era el diferente, pidiendo la opinión de los transeúntes.

(continuará…)

domingo, 25 de enero de 2009

puzzles


Hay momentos en los que lo cotidiano se difumina
Salta en mil pedazos
Se revuelve como un puzzle caído de la mesa

La realidad se convierte en una montaña de piezas que ya no encajan

como si todas hubieran cambiado de forma por su cuenta

Entonces
no queda otra

hay que volver a empezar

Es preciso encontrar nuevos cruces y combinaciones

ensamblar cada cosa en otro lugar
con la incógnita de qué imagen resultará de los nuevos esfuerzos.

viernes, 23 de enero de 2009

El talento está en la calle

Tanto concurso en busca de talentos, tantos museos exquisitos, tanta galería selecta y, al final, en cualquier esquina...

Mil rostros


Al levantarse se puso la cara de los jueves. Vistió a sus niños con rostro de madre estresada, imagen que se quitó tras dejarlos en la escuela. Entonces se enfundó en facciones de ejecutiva agresiva, rumbo a la oficina, y sólo relajó el entrecejo en la media hora del desayuno, cuando tocaba ejercer de amigable compañera. La sonrisa iluminaba una mirada comprensiva y solidaria.


Pasados los minutos del descanso volvió a arrugar el ceño, ejerciendo otra vez de devoradora de carne cruda. Poco después suavizó el gesto y dio turno a la mueca calculadora de contable. Tocaba ir al supermercado.

Con los cachetes sonrojados y los ojos casi acuosos, fue a recoger a los muchachos al colegio, ejerciendo una tierna maternidad. De moño recogido y blusa remangada, acabó de antenderlos.

La pose de curiosa intelectual sólo la mantuvo unos minutos, dejándose dormir,con el rostro del día siguiente ya preparado sobre la almohada.


jueves, 22 de enero de 2009

Crías de pato


Las crías de pato siguen a la pata. O a lo primero que vean moverse tras salir del cascarón. Esa impronta tenía un nombre que, aunque estoy seguro memoricé para algún examen, ya olvidé.

A mi generación la amamantaron con el catolicismo. Todo era dios, único y omnipresente. Por todas partes había sotanas y casi todo era pecado. Hasta que descubrimos qué rico era el pecado y aparcamos al dios inculcado.

Pero nadie aguanta mucho rato sin aferrarse a algún sustituto, deambulando a solas por el Universo.

Los hubo que se abrazaron al rock & roll, las drogas y sus derivados. Memorizaron letras en idiomas diversos, ritmos repetitivos que danzaban meneando sus largas y no siempre limpias melenas.

Otros, producto del período de cambios políticos, adoraron a la diosa revolución. Hasta que, como los de Pancho Villa, terminaron por decir que Viva, pero que no viva tan lejos.

Los hubo también que, decepcionados tras numerosos intentos, rebuscaron por mundos recónditos cargados de esoterismo. Vivieron la vida de la forma más sana e inocua posible, dándole sentido con su mera prolongación.

La mayoría, de una forma u otra, se aferró al señor de las cosas. A ése que dicta el único mandamiento de la acumulación de bienes, de objetos que no se sabe bien para qué sirven, si facilitan la vida o sólo la llenan de botones y radiaciones electromagnéticas. Esa fe en la felicidad cosificada. En medir la bondad de las cosas atendiendo a las cifras de su factura. A vivir para trabajar. A trabajar para tener.

En estos días, sobre todo esta semana, presenciamos la elevación a los altares de un nuevo Mesías. Uno que ha hecho confluir en su persona la esperanza de millones de anhelos. Todos hemos oído, visto y leído infinidad de interpretaciones y análisis minuciosos hasta la paranoia. De su discurso, de su vestimenta, del más ínfimo de sus gestos… No añadiré ni una letra más al respecto pero, la verdad, chiquito papelón el de Obama.

lunes, 19 de enero de 2009

Rutinas



No sabía desde cuando. Quizás desde pequeña repitiera lo mismo. Es probable que su madre también lo hiciera. Y hasta su abuela. ¿Quién sabe?

Durante las últimas semanas del invierno, cada noche ponía de remojo unos pétalos de flores. Al amanecer, después de respirar profunda y conscientemente, se lavaba la cara con aquel caldo. Sin perder la concentración, por muy fría que estuviera el agua, imaginaba el colorido del resurgir de la primeravera, entre fregado y fregado de sus mejillas.

Pocos días después, ineludiblemente, se presentaba la nueva estación.

Aquel año, en cambio, se sintió cansada. Mayor. El viejo ritual se le antojó inútil, agotador.

Se acercaban las fechas, pasaban las semanas, pero ella no se lavaba con el agua de las flores.

Ese año, puede también que por cansancio, tal vez por aburrimiento, la primavera no llegó.


domingo, 18 de enero de 2009

Dibujos con historias



Jugando con Papá al Scalextric.



La serpiente gigante de fuego acuático, del que no se apaga, enfadada con Saulo porque le quitó su comida.



La serpiente gigante (la misma de antes) dormida en su cama el día de su cumpleaños. Mientras, el submarinista Saulo, que ya es su amigo, le lleva un regalo.


viernes, 16 de enero de 2009

Para siempre

Escucho a Buenafuente de risas con Punset. O viceversa. Mientras el primero le busca el chiste rápido, el segundo nunca se sabe si bromea con cara seria o si habla en serio con esa cara de yo no fui.

De Andreu llaman la atención sus reflejos para sacar chispa en el tú a tú. Lo demás es trabajo de sus guionistas.

De Punset, su obsesión por cuadricularlo todo, por encontrarle la lógica genética, molecular, química, matemática a cualquier cosa que ocurre o sentimos. Qué manía. Es como explicar un truco de magia. Prefería no saberlo. Con todo, en su afán divulgador, sin quitarle el mérito a este economista con tremenda curiosidad científica, se deja siempre atrás muchas variables. Termina haciendo un discurso reduccionista.


Adornaba esta noche esa fijación generalizada por vivir eternamente. Qué aburrido. No habrá Seguridad Social que lo soporte. Y es que a veces sólo cuenta de forma amena cosas que ya sabemos hace mucho tiempo. Como lo de nuestras células que se renuevan cada seis años, mientras otras son para siempre. Tanto, que si las mantuviéramos en el caldo de cultivo adecuado, serían eternas.

Insisto, qué horror.

Y no es pesimismo lo mío. No, en absoluto. Yo, como ayer, sigo de lo más optimista:


miércoles, 14 de enero de 2009

Me cae bien este 2009

Me cae bien este 2009. No será perfecto, qué aburrido, pero hay que reconocerle que en sus pocos días de vida ya apunta maneras.

Dentro de poco nos librará de Bush. Por fin. Ya se está despidiendo, repartiendo medallas a quienes le hicieron tantos favores. Mira por donde, se olvidó de su amigo Ansar. Qué detalle. Ni lo invitó a la comida. El bigotes debe estar que trina.

De todas formas, los cambios por allí no serán más que de estilo. Una cuestión estética. Casi postural. Pues en lo esencial mandan las multinacionales. Las de siempre. Poco importará el color del Obama, aunque resulte más agradable a la vista y al oído.

Poco o nada ha dicho el nuevo sobre el genocidio del Olmert. Por poner un ejemplo escandaloso.


El tiempo es el maestro. Ya veremos qué pasa. Mientras tanto no nos hará daño soñar:

Parar el genocidio



martes, 13 de enero de 2009

Sinapsis



Sí, sinapsis, con "a". Me parece uno de los fenómenos más misteriosos y fantásticos del universo conocido. Conocido por mí, claro está.

Tuve que estudiarlo muchas veces y hasta aparentar que lo comprendía para superar exámenes varios y repetitivos. Engañé a todos los profes, pues sigue siendo un enigma para mí que ese intercambio de cargas eléctricas y sustancias químicas entre la cola y la cabeza de células tan minúsculas sea capaz de crear tanta genialidad y tanta mala idea, al mismo tiempo y hasta en las mismas cabezas.

La abstracción, la misma que se necesita para entender y creerse todo eso, resulta irreducible a una fórmula electroquímica.

En ocasiones, la ciencia también es un tremendo acto de fe.

viernes, 9 de enero de 2009

Dioses, guaguas y otros absurdos



El colmo de la estupidez. Hay gente que discute sus creencias en vallas publicitarias. A unos les da por poner anuncios en el transporte público que cuestionan la existencia de dios, mientras que otros, ofendidos,
reafirman sus convicciones religiosas en los mismos soportes.

Para más INRI, esto que hacen ahora en Madrid y Barcelona se lo han copiado de Londres. Ni siquiera es una disputa original. Suponiendo que quedara alguna originialidad por aportar en tema tan manido
.

Quienes realmente han visto los cielos abiertos, claro está, son las agencias publicitarias.

jueves, 8 de enero de 2009

historias

La historia de la humanidad está repleta de muertes inútiles, de masacres en nombre de algún diós, exterminios por el garabateo de una frontera, aniquilamientos en defensa de cualquier multinacional...

Rebosa arrogancias y otros crímenes.


miércoles, 7 de enero de 2009

Viva la República !!!


La pasada madrugada de Reyes, Saulo sobrellevaba sus nervios de cinco años metido en mi cama. Habíamos acordado no levantarnos muy pronto, no fuera que nos pillaran despiertos y se fueran corriendo con todo el equipaje.

La noche anterior no me dejaba gritar en la Cabalgata el "Viva la República", con la firme amenaza de quedarme sin regalos. Horas después, pasados pocos minutos de las seis de la mañana , bajo el calorcito de las mantas, no paraba de calcular en voz alta lo que podría tocarle en el peculiar reparto de los monarcas.

Por millonésima vez volvió a preguntarme qué les pedía yo. Esta vez se me ocurrió decirle que lo único que quería era felicidad. Él, con ese exceso de seguridad y comprensión integral del universo que da el primer lustro de vida, me explicó: "Los Reyes sólo traen juguetes y ropa, libros y calcetines. Eso que pides no te lo pueden traer de fuera, Papi, eso te lo tienes que hacer tú."

Todavía no lo sabe pero ya ha comprendido la inutilidad de la monarquía. Aunque no lo sospecha, ya es republicano.

Comunidad



En el portal de mi casa cohabitan desde siempre unos extraños vecinos. Hasta hace muy poco no tenían piso propio, compartían varias viviendas con gentes diferentes. Estaban repartidos por todo el edificio, aunque en ningún caso ejercían de titulares. Sólo ocupaban algún cuarto donde vivían a su manera.


Hace algún tiempo, tuvieron serios problemas en uno de esos pisos. Los fueron acorralando hasta echarlos a la calle. La cosa se les complicó más cuando el propietario de esa vivienda fue haciéndose con las colindantes, donde practicaba la misma persecución contra los moradores del cuarto del fondo.


El afán especulativo del inquilino expansivo no tardó en generarle problemas, ganándose la enemistad de todo el edificio, que acabó por unirse en su contra hasta desahuciarlo. Por entonces, las víctimas de su ambición inmobiliaria dormían en las escaleras, sin vivienda ni cuarto al fondo en ninguna planta del inmueble.


Sólo unos pocos se mantenían cobijados por los rincones de la casa del presidente de la comunidad de vecinos. Quizás por eso, quizás porque siempre participaron en la gestión de la Tesorería, lo cierto es que alcanzaron los apoyos necesarios de buena parte del portal.


Una mañana golpearon mi puerta. Cuando fui a abrir ya era demasiado tarde. Me encerraron a empujones en el último cuarto de mi casa, del que no me dejan salir ni al servicio ni a la cocina. Recientemente me han tapiado los accesos a la habitación.


Intento protestar, llamar la atención del resto de los vecinos. Ni caso. Los presidentes, por mucho que cambien, siempre les dan la razón. En el mejor de los casos, comentan que es un problema doméstico en el que no van a inmiscuirse. Alguno hasta me culpa a mí de provocarles.


PD.

Fin al Estado asesino israelí


domingo, 4 de enero de 2009

Capitalismo y vacío


Una de las claves del éxito del capitalismo es su explotación de la insatisfacción humana. Le saca el jugo al vacío existencial, especialmente, a la absurda manía de intentar llenarlo, sin éxito, con objetos externos.


Coches, casas, propiedades, títulos académicos, reconocimiento social, éxito profesional, dinero, electrodomésticos… Nada sacia ese vacío, pero el ímpetu por llenarlo es lo que engrasa el capitalismo. Lo que lo mantiene.


Tiene su gracia traducir a lenguaje coloquial las expresiones de las páginas marrones de los periódicos. Ésas que tendemos a separar nada más abrirlo, las que tiramos a la torre de reciclado sin leer. Allí se encuentran ingenios tales como: “El incremento del paro y la congelación salarial desincentiva el consumo, prolongando la crisis”.


El problema, por tanto, no es que la gente no tenga trabajo ni con qué pagar sus facturas. No, qué va. Lo dramático es que si no tienen dinero no compran y, por tanto, no venden. Se colapsa el sistema.


Hubo un presidente de esta Comunidad Autónoma que aseguró que el objetivo de su programa de gobierno era hacernos felices a todos. No lo consiguió. Tampoco creo que lo intentara.


Políticos, ya se sabe. El actual dijo que quería acercar el Gobierno a la “gente”, pero resulta que su parlamento no admite a trámite iniciativas legislativas populares.


sábado, 3 de enero de 2009

Malviviendo, segunda parte


Nueva entrega de los chicos de Malviviendo.
Segundas partes nunca fueron buenas.

Ésta, sin ser mala, no impresiona tanto como el primer capítulo.

De cualquier forma, aquí la cuelgo, pues vale la pena verla.
Siempre mejor que ver la tele, claro está.


viernes, 2 de enero de 2009

colegas

Lo daba por perdido

pero bastaron unas horas para recuperarlo

casi intacto.


Unos minutos de puesta al día

el tintineo de unas copas trasnochadas


Y ahí estábamos de nuevo

náufragos en océanos de desencantos

nihilistas supervivientes sorteando viejas corrientes

con más tripa y menos pelo

más canas y menos ganas

entre risas y complicidades

como casi siempre