viernes, 16 de enero de 2009

Para siempre

Escucho a Buenafuente de risas con Punset. O viceversa. Mientras el primero le busca el chiste rápido, el segundo nunca se sabe si bromea con cara seria o si habla en serio con esa cara de yo no fui.

De Andreu llaman la atención sus reflejos para sacar chispa en el tú a tú. Lo demás es trabajo de sus guionistas.

De Punset, su obsesión por cuadricularlo todo, por encontrarle la lógica genética, molecular, química, matemática a cualquier cosa que ocurre o sentimos. Qué manía. Es como explicar un truco de magia. Prefería no saberlo. Con todo, en su afán divulgador, sin quitarle el mérito a este economista con tremenda curiosidad científica, se deja siempre atrás muchas variables. Termina haciendo un discurso reduccionista.


Adornaba esta noche esa fijación generalizada por vivir eternamente. Qué aburrido. No habrá Seguridad Social que lo soporte. Y es que a veces sólo cuenta de forma amena cosas que ya sabemos hace mucho tiempo. Como lo de nuestras células que se renuevan cada seis años, mientras otras son para siempre. Tanto, que si las mantuviéramos en el caldo de cultivo adecuado, serían eternas.

Insisto, qué horror.

Y no es pesimismo lo mío. No, en absoluto. Yo, como ayer, sigo de lo más optimista:


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