viernes, 4 de febrero de 2011

motores de la historia


La información llega ahora por muchísimos canales, en enormes cantidades, muy superiores a lo que mi cerebro es capaz de asimilar. He leído kilómetros de titulares y artículos, he clickeado en centenares de enlaces, visualizado vídeos e informativos, escuchado infinidad de audios... sobre las movilizaciones de los países árabes en estas últimas semanas. Al ritmo que puedo voy procesando, pero hay preguntas que me hice al empezar a digerir los hechos a las que aún no le encuentro respuestas.

Me ha quedado bien claro que del lado de Mubarak ha estado siempre Occidente y, sobre todo, Israel, pues le ha servido de cerrojo a Gaza y otros favores inconfesables. También que éste y sus colegas de Túnez, Yemen... se han engordado durante décadas a costa de recortar los derechos de sus ciudadanos con el visto bueno de las grandes potencias, a las que les ha mantenido el status quo en la zona.

Lo que no me queda tan claro es esta presunta generación espontánea de revueltas cívicas en favor de la democracia. Ni que decir tiene que los levantamientos populares en contra de las tiranías me alegran profundamente pues, queramos o no, la historia se mueve a golpe de alzamientos. Otra cosa es que me crea a pies juntillas esto del contagio de un país a otro o lo de las ciber-revoluciones ni la sobredimensión de las TIC y las redes sociales en estos asuntos. Ni siquiera que estemos presenciando una revolución, en el sentido estricto del término.

Significativo me resulta que los líderes de la UE reclamen la convocatoria urgente de elecciones. Y que la administración Obama guarde un más que prudente silencio o, como mucho, se preocupe de cómo tratan a la prensa en Egipto. (¿Recuerdan cuáles eran sus posturas hace unos meses ante la masacre marroquí en el Sahara? Nada que ver).

Por todo eso, sigo preguntándome quién está realmente detrás de las movilizaciones. Si, a pesar de la euforia generada también en muchos medios de comunicación progresistas, esto no será más que un lavado de cara, un relevo de tiranos por demócratas que, al fin y al cabo, seguirán secuestrados por los mismos intereses, opine lo que opine la ciudadanía.

Con todo, reservo un ápice de esperanza, consistente, fundamentalmente, en que la población tome consciencia de su poder, de su protagonismo, y que siga adelante, más allá de lo que puedan haber diseñado quienes orquestaron estos derrocamientos, sospecho, desde despachos muy alejados de las costas mediterráneas.

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