sábado, 30 de abril de 2011

la flor y el erizo



La flor, curiosa, se fijó en el erizo.
Él la admiraba desde la sombra de sus púas.


De vez en vez, ella estiraba su tallo por si alcanzaba a verlo.
Él se colaba silencioso en su jardín, oculto entre la maleza.


Las búsquedas se convirtieron en encuentros.
Y éstos fueron cada vez más largos, más  frecuentes.


El erizo sentía tanto respeto por la flor que temía hacerle daño con sus rarezas.
A ella le gustaba verlo corretear con su puntiaguda corteza.


Cuando se acercaron lo suficiente, a él se le enredaron las agujas.
Ella se sintió incapaz de frenar el temblique de sus pétalos.


Fue así que descubrió que la melena del erizo, aunque punzante, era también flexible. Él supo de las espinas de la flor.


Fue por eso que se animaron
tragaron saliva, ablandando los miedos, y se atrevieron.
Simplemente se atrevieron.


Desde entonces se les ve corretear juntos
atravesando vientos
sorteando montañas
cruzando autopistas
reinventando jardines...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sigo tus reflexiones, tus sueños y miedos compartidos. Si, te sigo. Me gusta leerte.
La flor y el erizo me gusta especialmente, gracias Javier.
Ese erizo y esa flor, que sigan limando púas y espinas. Y tú, disfrútalo si eso te hace feliz.
Mil besos.