lunes, 31 de mayo de 2010

Canarias un día


Este montaje del día de Canarias nunca me cayó simpático. Cuando se lo inventaron no era más que un intento de legitimar la recién creada comunidad autónoma archipielágica, con una fiestita en la que concentrar alabanzas, folclores, premios y otras parafernalias al uso.  Se trataba de llenar de populismo una Administración teóricamente descentralizadora que en cambio nacía por la otra vía, la que pasaba de consultar a los ciudadanos implicados.

En sus orígenes generaba pasiones, a favor o en contra. Con el paso de los años, perdí la cuenta, todo es desierto y pura indiferencia.

Este fin de semana, por motivos ajenos a mi voluntad, lo confieso, anduve por diferentes municipios en los que celebraban actos conmemorativos por este 30M.  El resumen: cuatro pelagatos y contenidos de  lo más excéntricos. Algunos programas eran puro deporte: fútbol, baloncesto… Muy sano, sí, pero nada que ver. En otros, se celebró construyendo viejos juguetes de hojalata y lanzándose en cochitos de cojinetes por las pendientes. No sé bien si reivindican Canarias o la creatividad infantil de la posguerra, que no está mal pero, la verdad, no son lo mismo.

Como digo, actos desiertos, con más organizadores que público en los que, así todo, los políticos no desaprovecharon para lanzar sus arengas a los sordos vientos. Fiel reflejo de la realidad. 

Qué ciudadanía podría emocionarse con una Administración regional en la que no pueden entrar las minorías, las diferencias, que se gobierna a partir de una ley electoral que cierra las puertas a los pequeños e imposibilita las mayorías, donde nadie se siente representado y los seudorepresentantes se atrincheran para que nada les cambie.

La comida gratis y las verbenas ya no mueven masas. Gracias al tiempo. Aunque no sé si eso es madurez democrática o simple hartazgo generalizado.

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