miércoles, 25 de agosto de 2010

violencias

Si aparece una pistola en escena, decía Chejov, siempre hay un personaje que la utiliza a lo largo de la trama. En la vida real, la Psicología confirma que nos ponemos más violentos cuando hay armas presentes.



De cualquier forma, mucho me temo que las cosas nunca son tan fáciles de delimitar. Yo mismo, procuro evitar los juguetes bélicos y las armas me dan tremendo repelús, por aquello de que las carga el diablo, pero no olvido que pasé la infancia imaginándome a lomos de un caballo desde donde disparaba a indios o vaqueros, según me diera.

Y quién no conoce o padece a quien sin armamento ni argumento enreda con su mal genio y su versátil violencia.

2 comentarios:

Toni dijo...

Y con las tiraderas haciamos guerrillas entre los barrios, o cazábamos lagartos... ¡La fascinación del proyectil que lanzábamos para alcanzar lo que no llegábamos con la mano!. Sí, las armas como tal, son terribles, inhumanas, brutales. Lo que yo nunca he tenido claro, es que el juego del niño acabe siendo un marcador de la conciencia: ¿Qué juguete es más violento, el arco y las flechas que un niño lanza para cazar ciervos imaginarios o una Barbie que exige el último modelito?

María Sarmiento dijo...

Me encanta cómo escribes, tío, de verdad... Enhorabuena.