viernes, 24 de diciembre de 2010

renacimientos



Del adoctrinamiento católico de mi infancia me quedaron muchos prejuicios almacenados. Claro que, como todos, aproveché las mudanzas ideológicas para vaciar esos armarios. Una tarea larga y pesada aunque liberadora.

Así y todo, ya lo dice la psicología evolutiva: de lo que se mama de chico, siempre queda algo.

La mayoría de esas ideas no me son de ninguna utilidad en este mundo de depredadores: Amar al prójimo como a uno mismo. Ser siempre pobre para pasar por el hueco de la aguja. La Buenaventurada bondad y el castigo seguro de los malvados... Y más.

De otras, en cambio, me resisto a deslastrarme. Aunque, la verdad, mi relectura poco o nada tienen ya que ver con lo que me habían contado.

Esto de la navidad, por ejemplo, no logra enredarme en la ansiedad consumista. Tampoco en celebrar la llegada de un iluminado que viene a salvarme y acaba dejándose matar para redimir mis pecados. Buf, qué macabro!

En cambio, se me antoja que estos días tienen más que ver con el renacer, con reencontrarse y reinventarse. Con dar oportunidades, a la vida, a los amigos y a los enemigos... A mí mismo.

Recargar el tanque con energía limpia, poner el cuentakilómetros a cero y volver a arrancar.

Tiene que ver con la confianza. En uno mismo y en el resto. En que las piezas van encajando, a su ritmo, con su propio orden, en el momento preciso...

Imperfecto es una cualidad del Pretérito.  Si nos permitimos el renacer, todo lo demás queda por inventar.

Además, casi lo olvido, hay que hacerlo sin convertirse en un iluso. Nunca dije que fuera fácil.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

SUPERIOR!
vive TU navidad!
besos

Anónimo dijo...

No te imaginas cuánta luz me has con tu mensaje.
¡¡¡GRACIAS!!!
Un abrazo