miércoles, 7 de abril de 2010

teleféricos

Yo, canarión, soy padre de un muchachote chicharrero de madre herreña. Archipielágico que es él, como el padre. Por mucho que intente reprimírmelo, también me ha dado por perpetuarle algunas de mis obsesiones. Así que el pasado puente nos fuimos los dos a la Gran Canaria y, cómo no, resultó  un buen momento para compartir su primera subida al Roque Nublo.

El camino, algo así como un kilómetro y medio, está ahora más civilizado que nunca. Se sube cómodamente y cuenta ya hasta con zonas de aparcamientos. Algo insólito hace unos años. Quizás por eso, el sendero estaba tan frecuentado que casi parecía la Avenida. Sí, la de Las Canteras.



¿Y a éstos va y se les ocurre montar un teleférico aquí?, ¿para qué? Ahora, quien no sube es, básicamente, porque no quiere. Un teleférico en Tejeda rompería el perfil, el paisaje y no aumentaría las visitas que, por otra parte, no creo que sea lo deseable. Visto lo visto la semana pasada, parece más recomendable fijar niveles de saturación y limitar el ascenso. Demasiadas huellas humanas pueden erosionar lo que a la naturaleza le ha costado siglos.


Un poquito de imaginación, por favor, que el futuro de las medianías y las cumbres no pasa por enterrarlas también bajo el turismo de masas.


Por esto, y por mucho más, yo también estoy en contra del Teleférico en Tejeda. Tampoco me parece buena idea el funicular en Garachico, que cuando a los políticos les entra un virus, no veas como se contagian.


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