viernes, 5 de diciembre de 2008

nacionalismos


Todos lo estudiamos en clase, ¿no? La nación se la inventaron las burguesías para garantizarse el control de los mercados en un territorio.


El imperialismo, la globalización como lo llaman ahora, surgió poco después. Desde que algunos no se conformaron con su mercado local y les entró el apetito por el de al lado y el otro y el de más allá.


El éxito se lo garantizaron hipnotizando a los consumidores vecinos, de forma que comenzaron a comer, vestir y soñar precisamente con lo que ellos les vendían. También les resultó muy práctico desmantelarles los sistemas económicos, impidiendo que siguieran produciendo todo lo que necesitaran, no quedándoles más narices que comprarlo fuera. O sea, a ellos.


En fin, una panda de avariciosos que se comen unos a otros.


¿Alguien se cree eso que repiten hasta el aburrimiento? Aquello de la generación de riquezas para el conjunto de la sociedad y tararí tarará. Seguro que ellos tampoco. ¿Conocen a algún empresario que monte un negocio calculando la rentabilidad que obtendrán sus convecinos? Si encuentran a alguno, apresúrense en darle un nombre compuesto en latín y registrarlo. Será una mutación genética o algo así.


Por eso, cuando escucho los postulados nacionalistas, no puedo dejar de ver a alguien cabreado porque le comieron el mercado que quería para él solito.


No veo mayor problema en la raza, el pedigrí ni en el lugar de residencia de quien corta el bacalao y se queda con la mejor tajada. Sino en que exista alguien que parta y reparta.


También están quienes argumentan que la nación es un sentimiento. Y quienes ven en ella una cuestión lingüística, hasta de entonaciones y acentos. Siempre hubo quien vinculó la idea a una tela de colores, a una música y hasta a un equipo de fútbol. O quien se abrió mercados a cañonazos en nombre de la democracia. Quien construye autopistas para inyectar sus mercancías y succionar materias primas o trabajo barato, al tiempo que levanta murallas para que no salgan las personas…


Hay casi tantos ideólogos como fronteras.


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