domingo, 7 de diciembre de 2008

Todos mienten


Me crié en un barrio obrero que gozaba de mala reputación, aunque nunca me ocurrió nada diferente en sus calles. Tampoco vi que a nadie le pasara. Fue lejos de él donde descubrí a los mayores delincuentes y presencié o padecí los peores atracos. Muy lejos de allí, todavía hoy, escucho historias estrepitosas en boca de gentes que nunca lo visitaron.


Con los años, me trasladé a una ciudad universitaria, pero los oráculos de la cultura y la intelectualidad no resultaron tan eruditos como presumían.


Por aquellos tiempos, me acerqué a quienes pretendían arreglar el mundo. Tampoco ésos acabaron siendo lo que megafoneaban.


Poco más tarde, cosas de la vida, habité en zonas residenciales de muy buen ver, pero sus vecinos no eran tan exquisitos adinerados, cultos ni educados. Ni siquiera todos eran honrados.


Trabajé en organizaciones donde unos pocos ocupaban grandes despachos y se embolsaban frondosos salarios. Se les suponía los más capacitados. Tremendo fraude.


Leí libros de autores renombrados con contenidos insulsos. Al mismo tiempo, escuché a magos analfabetos construir reflexiones maravillosas y relatar verdades como montañas.


Compré ropas de marca, que no me hicieron guapo ni elegante. Gasté dinerales en electrodomésticos, pero en su interior no hallé la felicidad eterna.


Lo único cierto debe ser que todos mienten.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Todos mienten y hay algunos que mienten durante toda la vida y ni siquiera lo saben. Gracias por tu blog, Javier, leerte es un placer.

A ver si te dejas ver y te pagas unas cañas