jueves, 13 de noviembre de 2008

"Los objetos nos llaman"



Viví con mi tío Felipe en un edificio en el que todos los pisos se comunicaban. Éramos familia, por lo que entrábamos y salíamos como si fuera una única casa.


Felipe fue uno de los muchos que pasaron la juventud vestido de militar y el resto de su vida hablando de la guerra. Cuando llegó la transición era ya sexagenario y , lógicamente, la interpretó en consonancia con su biografía.


No hace mucho me llamaron para decirme que había muerto. Pasó algunos años con la cabeza en otros tiempos. Su verborrea perdió coherencia, pero jamás su abrumadora fluidez.


Al recibir la noticia, mis recuerdos volvieron a aquellos años de cambios, en los que él no tardó en apuntarse a la moda de las revistas de destape. Mis hormonas, ajetreadas por la edad, no desaprovecharon la oportunidad que brindaban aquellas casas abiertas. Él me abrió la puerta a la mítica visión de los primeros cuerpos de mujer.


Compartimos miles de horas, conversaciones, risas y juegos, pero al saber de su muerte me sobrecogió una sensación de íntimo agradecimiento por algo que él, seguramente, jamás sospechó que había hecho.


Juan José Millás, en su último libro, Los objetos nos llaman, incluye el relato Los padres de los amigos, donde cuenta cómo cambian los hombres cuando quedan huérfanos de padre. Recomendable el relato, la reflexión y el libro. De Millás, casi todo.


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