jueves, 27 de noviembre de 2008

la mujer jirafa


Vivía a kilómetros de altura. Y es que estiraba el cuello todo lo que podía con la única finalidad de mirar desde lo alto a su prójimo. Bueno, aunque para ella no eran tal cosa.


Siempre quiso llegar más lejos. No sabía hasta dónde, pues lo que realmente no soportaba era quedar por debajo de nadie. No es que rechazara las jerarquías, en absoluto. Lo que no resistía era estar en las capas bajas de la pirámide. Fuese de la naturaleza que fuera.


Para subir escalones, se apoyaba en quienes tuviera cerca. En quien pillara más a mano. Poco a poco ganaba su confianza, con el objetivo claro de enganchar el hombro ajeno hasta instalar allí sus manazas, primero, y sus rodillas, después. Acto seguido, alcanzada la nueva posición, renegaba con vehemencia del sujeto a costa del que había tomado impulso.


Cosas de la vida. Aunque todo el mundo, especialmente sus víctimas, siempre sospechó que perecería por causa de un tremendo constipado, fruto de la gélida soledad de sus alturas y maneras, no fue ése su final. Tampoco la fractura de cervicales ni la infección de la lengua que tanto arrastró para abrirse camino. No, en absoluto. Su final lo ocasionó una minúscula obstrucción de un diminuto vaso en el más pequeño de sus dedos. Precisamente en sus pies, aquellos que hacía mucho tiempo no recordaba dónde los tenía.


miércoles, 26 de noviembre de 2008

Ariadna y la oruga


Ahogada en soledades y silencios, despegó de su planeta hostil a bordo de una pantalla y un teclado de letras ya borrosas. Planeó por cientos de perfiles y conversaciones estúpidas, que le llenaron el tiempo, deshojando hora a hora las interminables madrugadas insomnes.


Presuntas confidencias de personajes virtuales, descoloridos en el interior de un pequeño recuadro, al otro lado de las olas y el salitre. O quizás a tan sólo unos metros de su piso de barrio ¿Quién sabe? Demasiado absurdo. Demasiadas tristezas en un único teclado.


Entre vendedores de abdominales achocolatados, promesas de polvos insuperables y fantasías de submundos perdidos, buscaba sin éxito la salida al zumbido de sus silencios penetrando en un bucle de revolcones con cuerpos desalmados. Sólo conseguía amplificar el eco.


Aquella madrugada fue distinta. Acababa de concertar otro de aquellos desencuentros en ninguna parte y, sin motivo aparente, volvió a retocar su cuerpo tuneado de macarra fatal. Los muchos piercings, tatuajes y depilaciones imposibles compartieron protagonismo con pintura de uñas y tacones, bolso de señora y abrigo de tres cuartos. Esa noche, ya frente al nuevo desconocido, se supo diferente.


Sabedora del resultado, de la pegajosa canción que la acompañaría de vuelta a casa, decidió no entregarse a otra sucesión de abdominales contorsionistas, de intercambios de flujos ni succiones. Se resistió a deslizarse por la misma espiral del mismo sumidero de la misma madrugada.


Sin abandonar el desparpajo habitual ni cultivar nada parecido al pudor, Ariadna exhibió su sonrisa y sus razones, sus sentimientos y cimientos. Su dolor.


((Al acompañante ocasional, que no usaba gafas de pasta negra ni tocaba el clarinete, se le quedó cara de vecino de Manhattan. Pese al orgullo de ser el elegido para presenciar aquella reconversión de la oruga, no dejaba de preguntarse ¿Tenía que tocarme a mí? ¿Tenía que ser precisamente esta noche?))


lunes, 24 de noviembre de 2008

El juego de Amélie


Suena Stan Getz en Radio 3 y pone banda sonora al paseo en coche por la ciudad. La humedad distorsiona el brillo de las luces, ésas que empujan a una Navidad poco apetitosa.


Las imágenes evocan el juego estadístico de Amélie. Cuando se pregunta cuántas personas podrán estar haciendo la misma cosa en ese mismo instante. Disfrutando de un orgasmo, creo recordar.


La decoración de las calles desoladas del final de este noviembre, en cambio, me formula la pregunta de cuántas personas, precisamente ahora, estarán haciendo números para llegar a fin de mes.


domingo, 23 de noviembre de 2008

historias de urgencias

I.

La Laguna, Tenerife. Año 2008. La población roza los 150.000 habitantes. Casi 20.000 menores de 14 años. No hay pediatras en los servicios de Urgencias. Si un niño se pone enfermo ni siquiera lo pasan con un médico, lo desvían directamente al municipio de Santa Cruz, al Hospitalito.




II.

Servicio de Urgencias de la lagunera avenida Trinidad. Una auxiliar apunta en un ordenador los datos de los pacientes que llegan a una sala de espera abarrotada. Entre estornudos y toses, de pronto se oye la voz aguda de la funcionaria: “Acaba de caerse el sistema. Se perdió la lista de pacientes y el orden de llegada. Así que se tienen que organizar ustedes solos”.


Caras de asombro, comentarios nerviosos, alguno jocoso y un leve eco de risas.


Unos minutos más tarde, personal sanitario intenta recuperar la información y tira de agenda para que algún contacto telefónico le recuerde cómo hacerlo. Nada. La lista de pacientes no aparece.


Finalmente, toma el mando el segurita del centro sanitario. Su criterio: “Que pasen los niños y los ancianos primero.”



III.

El Hospitalito está lleno de padres con chiquillos que tosen, que arden en fiebre, que se rascan sin control… La concentración de virus en la sala de espera nubla la vista a todo el que llega. Muchos, pese a la lluvia, prefieren esperar fuera.


La escena la interrumpe un hombre que entra con una joven inconsciente cargada a la espalda. Una tercera persona va con ellos y es la que pide permiso a quienes esperan para ser atendidos en la ventanilla. Nadie pone pegas, salvo la auxiliar. “No podemos atenderla, este centro es sólo para niños”, y le recita los lugares a los que puede ir.


Quienes le cedieron el paso en la cola se miran e intervienen. “ ¿Y si no llega a tiempo?, ¿si se pone peor por el camino?, ¿no la puede ver primero un médico?” Accede. Minutos más tarde, la joven es trasladada en ambulancia a otro centro sanitario.


La auxiliar se justifica: “Es que a veces montan estos numeritos sólo para colarse”.


Los tres eran orientales.



IV.

La sanidad privada de Tenerife: También hay colas. Tampoco hay pediatra. Sólo lo llaman si la urgencia es muy urgente.


jueves, 20 de noviembre de 2008

Un chiste de parados



Dice el consejero canario del área que, debido a la crisis, pospone la consecución del "pleno empleo" en uno o dos años. Aguanten la risa. Tenía previsto el año 2013, pero no quedará más remedio que esperar al 2014 ó 2015. Tremendo.

El eslogan del pleno empleo es frecuente en las campañas electorales de casi todos los partidos políticos. Eso, o quizás por eso, no significa que tenga ni pueda ser real.

El sistema económico en el que ahora naufragamos se fundamenta también en la relación entre mano de obra y capital. Como saben, el segundo es quien tiene la sartén por el mango y lo que Carlitos, el tal Marx, llamaba el Ejército de Parados le da un incalculable márgen de maniobras.


Imaginen el poderío que tendrían los trabajadores en cualquier negociación si no existiera el temor a irse a la calle y que ésta no fuera larga, oscura y desoladora. El mismo del que ahora disfrutan los empresarios con la amenaza del despido.

Resulta evidente que a las empresas tampoco les interesan unos niveles de desempleo altos. No sólo por la posible conflictividad social que eso genere, el aumento del gasto público y el probable incremento de impuestos. Fundamentalmente por la generalizada disminución de poder adquisitivo y, por tanto, de las ventas.

Entre más ganan los trabajadores, más gastan y, al final, las empresas venden y ganan más. El paro masivo no les beneficia. Pero que no nos engañen, el pleno empleo, tampoco.


martes, 18 de noviembre de 2008

digestiones


Julián era trágicamente obsesivo, lo que aliñaba con una pasmosa facilidad para construir redes de razonamientos aparentemente lógicos pero que, ineludiblemente, llevaba hasta conclusiones disparatadas.


Su último gran paradigma afirmaba que nunca somos el mismo ser vivo, que estamos en continuo cambio. Y ya no en cuestiones de carácter o adaptabilidad social. Peor. Como era su costumbre, iba mucho más allá.


Se detuvo a pensar en las células, en sus mutaciones infinitas. "Mueren constantemente y, de forma simultánea, generamos otras nuevas que las sustituyen. Las eliminamos por los canales excretores ya conocidos, yendo a parar a la tierra, al mar, al aire. Las nuevas, en cambio, las reconstruimos inmediatamente, usando como materia prima lo que comemos, bebemos y respiramos." Hasta ahí, la cosa iba moderadamente bien.


El problema lo introdujo su facilidad para la obsesión. Muy pronto empezó a mirar con otros ojos cada pieza de comida que se llevaba a la boca. “Este tomate que muerdo dentro de poco formará parte de mi piel. Quizás pase a estar en mi mano, en mi cara, en mi pelo. Este filete, seguramente, acabe siendo mi cintura.” Así hasta el infinito.


No tardó en sentirse un poco tomate. Un poco bistec.


Como era de esperar, siguió atando cabos. Y concluyó que, del mismo modo, las materias que él excretaba irían a integrar las papas, el pescado, la lechuga. Más grave aún, dedujo que era muy probable que volviera a comerse materias primas que ya había ingerido y eliminado antes.


De este modo, se dijo, "al mismo tiempo soy yo y la zanahoria que rayo para la ensalada".


Se sintió un antropófago peculiar. Sobre todo cuando recordó a su vecino, el que falleció recientemente y fue incinerado. Sus cenizas, en una emocionante ceremonia, quedaron esparcidas por el océano, en una bahía próxima, con abundante fauna marina, frecuentada por pescadores locales. Los mismos que proveen los congeladores de los restaurantes donde Julián suele ir a comer cada domingo.


aguas de arena




Desnudo en la orilla

la cabeza deambula

ingrávida

por otros espacios


Las olas vienen a morir a mis pies

mutando en espirales de espuma


Poco a poco

me hundo en el suelo blando


Poco a poco

desaparezco

disuelto en aguas de arena


lunes, 17 de noviembre de 2008

Oleajes




Las olas baten fuertes ahora. Resulta inútil nadar a la contra. Mejor mantener el sosiego y recordar que siempre vienen en series. Que a una grande le sigue otra mayor. Y luego, otra. Pero, pasadas unas cuantas, siempre vuelve la calma.


Quemar las fuerzas contra el oleaje, intentando alcanzar la seguridad de una roca, nos deja sin posibilidad de deleite en la quietud. Cuando llega.


Bastará con dejarse llevar. Disfrutar del vaivén, de los revolcones de espuma, que todo tiene su divertimento. Administrar las fuerzas y aguardar la ocasión para la reacción.



jueves, 13 de noviembre de 2008

"Los objetos nos llaman"



Viví con mi tío Felipe en un edificio en el que todos los pisos se comunicaban. Éramos familia, por lo que entrábamos y salíamos como si fuera una única casa.


Felipe fue uno de los muchos que pasaron la juventud vestido de militar y el resto de su vida hablando de la guerra. Cuando llegó la transición era ya sexagenario y , lógicamente, la interpretó en consonancia con su biografía.


No hace mucho me llamaron para decirme que había muerto. Pasó algunos años con la cabeza en otros tiempos. Su verborrea perdió coherencia, pero jamás su abrumadora fluidez.


Al recibir la noticia, mis recuerdos volvieron a aquellos años de cambios, en los que él no tardó en apuntarse a la moda de las revistas de destape. Mis hormonas, ajetreadas por la edad, no desaprovecharon la oportunidad que brindaban aquellas casas abiertas. Él me abrió la puerta a la mítica visión de los primeros cuerpos de mujer.


Compartimos miles de horas, conversaciones, risas y juegos, pero al saber de su muerte me sobrecogió una sensación de íntimo agradecimiento por algo que él, seguramente, jamás sospechó que había hecho.


Juan José Millás, en su último libro, Los objetos nos llaman, incluye el relato Los padres de los amigos, donde cuenta cómo cambian los hombres cuando quedan huérfanos de padre. Recomendable el relato, la reflexión y el libro. De Millás, casi todo.


miércoles, 12 de noviembre de 2008

Con permiso de Kundera


Milan Kundera puso en la mente de uno de los personajes de La insoportable levedad del ser una reflexión que arrastro desde hace unas cuantas décadas. Le daba vueltas el tal Tomás (creo que era él) al carácter acientífico de la vida. Pero, de tanto centrifugarlo, ya no sé cuánto de la cavilación es suya y cuánto me inventé. ¿Qué más da?


La esencia de la idea es la imposibilidad de aplicar el método científico a la vida cotidiana. Ni siquiera a los grandes temas que nos ocupan. No es viable contrastar los resultados de las decisiones que tomamos a diario con los que habrían arrojado las opciones que en cada momento descartamos. No podemos elegir el sí, volver atrás, probar con el no y, al final, quedarnos con el camino que más nos satisfaga.


La vida no es un laboratorio que permita aislar y controlar las variables para experimentar con ellas cada vez que lo consideremos pertinente. Tengo serias dudas hasta de si la Ciencia con mayúsculas puede hacerlo al ciento por ciento.


Así las cosas, nunca sabremos si hemos hecho lo mejor que se podía hacer en cada circunstancia. Tampoco es fiable ni aconsejable machacarse por lo mal que lo hicimos. Nunca constataremos si era o no la peor de las opciones.


La obsesión que tenemos por medirnos con los otros, en muchas ocasiones, nos lleva a lamentar que no tomáramos el camino que tanto rédito le aportó al vecino. Aunque coincidiéramos temporalmente en la misma encrucijada, jamás compartiríamos exactamente las mismas variables, influencias, habilidades, posibilidades... ni, por tanto, sus resultados. Volviendo a la jerga de bata blanca, el mismo medicamento no sirve para todas las patologías ni para todos los pacientes.


En realidad, apostamos a cada minuto. Y hasta la más nimia decisión puede cambiar el rumbo de nuestras vidas. El pasear por una calle o por otra, por ejemplo, nos puede llevar a un encuentro, o no, con una persona que nos facilita una información que, días más tarde, resulta fundamental para la resolución de un problema que...


No es el efecto mariposa, pero sí igual de incontrolable.


Luego, siempre nos queda el taoísmo, y su recomendación de esperar de brazos cruzados a que el universo resuelva. Pero, buf, para eso hay que tener paciencia de chino. Por lo menos.


martes, 11 de noviembre de 2008

Retrato de familia



La abuela reza de rodillas, entregando su alma y su vida a imágenes de cartón piedra que le señalan el camino de otra existencia sin penurias.


El abuelo dedicó su juventud a cambiar el mundo, defendiendo ideologías y banderas que sigue rumiando hasta el final de sus días.


El padre, en cambio, invierte todos sus esfuerzos en amasar dineros y sacar brillo al apellido.


La madre atesora colecciones interminables de electrodomésticos, con los que aspira, tritura y congela sus adversidades.


El tío cambia de trabajo cada año. También de domicilio, de país y de familia.


El primogénito se enfunda la fortuna paterna en ropas de marcas y coches de diseño.


La hija retoma el testigo del abuelo y lo reinventa salvando ballenas en océanos helados.


El nieto mayor busca en el sexo la salida de sus laberintos.


La nieta escarba en filosofías lejanas y técnicas de posturas complejas, interpreta el universo combinando números y azares.


El pequeño se oculta tras una trinchera de libros, protegido por su bata blanca, blandiendo una enorme calculadora.


Sentados a la mesa, todos se miran, festejan y callan.


domingo, 9 de noviembre de 2008

TEA, sin artículo




Visité TEA antes de lo que tenía previsto. Pretendía evitar las colas y aglomeraciones tan habituales en estas islas ante cualquier inauguración. Sea de lo que sea. Pero resultó que una agenda cultural me jugó una mala pasada, convocando un acto en lugar y hora equivocados, por lo que me vi por las inmediaciones del nuevo recinto con los planes del domingo rotos.

Así fue que, como cantaba Aute, pasaba por allí, no había tumultos en la puerta y no lo pude resistir.

Al entrar comprendí la ausencia de riadas de curiosos. Pese al eslogan "ahora abre para todos", la entrada no es gratuita.

De lo visto, prefiero el continente al contenido. Pero ya saben, sobre gustos, arte y estética todo es opinable y discutible. Tengo debilidad por algunos edificios y la primera impresión que me quedó de éste es muy buena. Mejor el interior que el exterior, sin duda. Quiero volver, también porque sus espacios invitan a estar, a caminar, a observarlos y atravesarlos, a descubrir sus muchos ángulos.

Aunque, a 2,5 € la entrada de residente, no sé si me saldrá rentable este rejo esteta que me he dejado crecer.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Sueños compartidos



Se lo pegó al pecho, abrazándolo con todas sus fuerzas. Cerró los ojos y visualizó cada uno de los deseos más íntimos que anhelaba compartir con él: casa, convivencia, viajes…


Pasados unos días, se enteró por la prensa. Cambió radicalmente de planes. Corrió en su busca, lo agarró entre los dedos y lo partió en mil pedazos antes de lanzarlo a la papelera.


No contenía la combinación ganadora.


jueves, 6 de noviembre de 2008

progresos



Cuando aquel extranjero llegó a la isla quedó maravillado. Tanto, que decidió instalarse en sus costas.


Al poco tiempo pensó que aquel lugar podría enamorar también a otros viajeros y puso en marcha su plan: compró unos acres de tierras que los nativos siempre habían usado para cultivar alimentos. Él, en cambio, los sembró de alojamientos.


Con algo de difusión y el boca a boca, no tardó en colgar el cartel de "completo".


El éxito de su primera aventura le animó a hacerse con más y más fincas. Y a contratar a nativos para que atendieran sus establecimientos. Éstos aceptaron, porque sin fincas ya no tenian trabajo. Ni comida, que ahora compraban en los barcos, los mismos en los que llegaban los turistas.


Los aposentos para visitantes crecieron. Coparon más y más fincas, barrancos y montañas. Por supuesto, playas. Todas las que había las colmó de puertos y apartamentos. Y cuando ya no quedó ninguna, echó arena en bahías donde antes sólo había piedras para, seguidamente, acorralarlas de más edificios y muelles. No dejó paisaje sin atravesar con cables y autopistas. Ni montes sin carreteras, que saturaba de guaguas y más guaguas, con más y más visitantes.


A todo esto lo llamó "progreso".


Pero a medida que aumentaba su "progreso", disminuía la fascinación de los visitantes que arribaban a la isla. Ya no encontraban las emociones, los paisajes, los sonidos ni los olores que iban buscando desde tan lejos.


Poco a poco dejaron de llegar. Con el tiempo se fue hasta el primer extranjero. Desapareció, dejando tras de sí su progreso. Y a los nativos, que ya no tenían fincas ni trabajo ni barcos ni alimentos.


martes, 4 de noviembre de 2008

días

Vivo en era de espirales concéntricas

De giros discontinuos a velocidades variables.

Días de vértigos y otros mareos.


Las ratas, resabidas, me adelantan por sus laberintos grises.


Las olas me zambullen y voltean en la eufórica marejada de noviembre


Yo me dejo arrastrar
Confiado
Seguro de la existencia de una orilla.

lunes, 3 de noviembre de 2008

mapas


Aznar se enemistó con media Europa y metió al Estado español en una guerra imperialista, de espaldas a la ONU, con el propósito de darle un lugar en el mapa mundi. Eso dijo él. Su puesta en escena, todos sabemos de que forma tan explosiva y lamentable acabó.

Zapatero cumplió la promesa que le dio tirón electoral. Sacó al país de la guerra y se ganó la enemistad del gobierno Bush. Pero, miren por donde, aunque el saliente jefe del Imperio ahora no quiera invitarlo a arreglar su maltrecho capitalismo, resulta que los candidatos a la Casa Blanca dedican minutos de sus debates televisivos a hablar de ZP y del Estado español. Aunque sólo sea para tirarse en cara que no saben dónde está ni quién lo preside.

Por si fuera poco, hasta en uno de los muchos vídeos de campaña presidencial que circulan por Internet, los Republicanos intentan desprestigiar a Obama presentándolo como becario de Zapatero. Casi nada.

Obama - McCain, McCain - Obama. Como cantaba Carlos Puebla, “a mí me parece Ford lo mismo que Chevrolet”.

Resulta sorprendente la campaña que hemos padecido por estos lares en pro de Obama. Ya desde el inicio de la primarias en el Partido Demócrata. Y no sé si la simpatía generalizada por el candidato afroamericano es el resultado de semejante vapuleo mediático, porque el dato de que pueda ser el primer presidente no blanco de EEUU de Norteamérica tampoco resulta excesivamente relevante. Como ejemplo, la todavía secretaria de Estado Condoleezza Rice. Su condición de mujer y negra no ha dado ninguna orientación política que la diferencie de cualquier rubito de ojos azules que haya ocupado ese cargo.


Que los presidentes no son más que meros títeres de las multinacionales y los intereses económicos que los financian, es algo que se ha repetido y demostrado hasta el hartazgo. Precisamente, Barack Obama viene batiendo records de recaudación para su campaña. Por lo que, mucho me temo, con sus decisiones en el despacho oval tendrá que dar buena cuenta de hasta el último de esos centavos.

Gane quien gane, los marines no dejarán de interferir en cualquier parte del planeta para defender los intereses de sus empresas; sus industrias seguirán lanzando basura al espacio y desertizando el Amazonas; profundizarán en la explotación de mano de obra barata allí donde más barata la encuentren; apoyará a Israel en su machaque a Palestina; a Marruecos contra el Sahara... Continuarán invadiendo el planeta con sus productos, y nuestras cabezas con su cultura.


Mucho me temo que, para bien o para mal, por ahora, todo va a seguir igual.


domingo, 2 de noviembre de 2008

cuestión de tiempo

Ese día volvió a llegar excesivamente temprano al salón del aeropuerto. Así que tuvo tiempo de sobra para leer la prensa y analizar al paisanaje que deambulaba por la zona, maletas en ristre. Y hasta para dejarse flotar entre los dibujos que decoraban el techo de la estancia, a bordo de los más disparatados razonamientos.

Tenía la estúpida costumbre de ser puntual. Obsesionado con organizar su tiempo y prevenir los posibles imprevistos que pudieran demorar su llegada en hora a la cita, siempre erraba en el cálculo y se adelantaba quince minutos. El margen de error era constante.


Le había calado hondo aquello de la falta de consideración que supone llegar tarde. Tampoco era persona especialmente sociable. Por eso, cuando iba a algún lugar era porque realmente le interesaba. De lo contrario no salía de casa. Por el mismo motivo, jamás esperaba más de un cuarto de hora por nadie. Si la persona citada se retrasaba más de 15 minutos, se iba sin dar explicaciones.


Este mal hábito había derivado en más de una mala cara. Sobre todo cuando la cita tenía lugar en la casa de la otra parte. No a todo el mundo le agrada que llamen a la puerta los comensales cuando aún no está puesta la mesa.


Las divagaciones que le llenaban la espera le llevaron también a la pregunta: “¿Cuánto tiempo habré perdido esperando?” Sin dudarlo un segundo, se concentró en el cálculo. "En cada ocasión derrocho 15 minutos. Al llevar y al recoger a los niños: 15 por 2, 30 minutos al día. Al llegar al trabajo: 15 diarios, 75 a la semana. En las dos o tres entrevistas semanales por asuntos laborales: 45 minutos más. En las reuniones de los jueves con los amigos: 15 más. En los almuerzos familiares de cada sábado y en la cena o almuerzo del fin de semana: sumo otros 30. A los dos partidos semanales: y 30 más."


Eso supone 345 minutos a la semana. A los que debería añadir otros quince por los habituales cumpleaños de los chicos o las salidas al cine, al teatro o a cualquier otro acto cultural al que acudía con frecuencia semanal. Total: 360 minutos semanales.


Seis horas”, exclamó, haciendo sonora su reflexión y rompiendo el silencio de la sala de espera de llegadas nacionales. “Podría invertir ese tiempo en hacerme algún master o asignaturas sueltas de cualquier titulación. O, sencillamente, en tumbarme al sol. O en saborear el café que siempre tomo a sorbos por el pasillo y que dejo a medias en el recibidor de mi casa, precisamente para llegar con quince minutos de antelación a todas mis citas”.


Más perplejo se quedó cuando hizo el cálculo mensual: “24 horas al mes esperando. Pierdo un día entero cada mes”. Tuvo la sensación de que se le escapaba un buen pedazo de vida por culpa de una estúpida obsesión. Una puntualidad que nadie le agradecía y que, de forma sutil y escalonada le robaba una buena porción de existencia. “Las grandes estafas siempre se hicieron peseta a peseta”, recordó. "Con doce días al año podría disfrutar de otras vacaciones".


El panel anunció la llegada del vuelo que esperaba. Puntual. Justo quince minutos después de que él llegara al aeropuerto. Pudo ver como los pasajeros tomaban posiciones junto a la cinta de recogida de equipajes. No la distinguió en el tumulto. Comenzaron a salir uno a uno los viajeros. Se fundían en saludos cariñosos, abrazos amistosos, besos fraternales. Pero ella no salía.


El vuelo desapareció del panel anunciador y ella no apareció. Una hora más tarde se fue solo de vuelta a casa. Esta vez, el vacío de la espera le había succionado unos cuantos minutos de más.


sábado, 1 de noviembre de 2008

raíces


Mi hijo llega del colegio hablando de Halloween.

Unas chicas disfrazadas de brujas tocan a mi puerta pidiendo golosinas.

Por la noche, las calles se llenan de batucadas fantasmagóricas subvencionadas por gobiernos "nacionalistas".

¿Dónde estamos?